10 oct 2011

El descubrimiento de la Lineal B


El tema que nos ocupa hoy, lo encuentro especialmente interesante. Y lo suficientemente desconocido para que resulte atrayente. Dentro de la filología clásica encontramos un sin fin de mundos, pero hay uno que para los filólogos pasa casi inadvertido en sus años de formación académica. Este mundo, que se esconde en los inicios del tiempo, no es otro que el griego micénico. 

Antes de Homero deben haber existido otro poetas, pero no nos ha llegado nada de sus obras, o al menos así lo creemos. Sin embargo, en el último siglo se ha realizado un trabajo minucioso, y otras veces no tan minucioso, para desvelar los misterios anteriores a Homero. 

Como bien sabemos, Homero no era un brillante artista que crease sus poemas de un modo espontáneo, sino que sólo hizo uso de una leyenda ya existente. Él fue el último y el más grande de una línea de poetas que habían cantado la historia de Troya. Cantado, no escrito. Las leyendas que conocemos a través de Homero son muchas, pero contradictorias, y es inútil tratar de entresacar las escasas partículas de verdad que probablemente contienen.  Gran parte del relato homérico se debe también sin duda a la imaginación del poeta. Pero supone un importante punto de referencia para un período de la prehistoria griega en que el país estaba organizado en fuertes reinos centrados en torno a Micenas, si bien en una época ya histórica ésta no era sino una pequeña aldea.

Pero Micenas era suficientemente real para persuadir a un hombre de negocios alemán del s. XIX,  de espíritu romántico, Heinrich Schliemann, a retirarse de sus negocios y consagrar su tiempo y su fortuna a la búsqueda de un testimonio tangible de aquella época olvidada. Este "nuevo arqueólogo" sacó a la luz numerosos enclaves importantes para la historia que hoy nos ocupa. Pero de Schliemann hablaremos próximamente.


Entre los muchos eruditos que estuvieron en Atenas en 1890 para examinar los tesoros de Schliemann había un inglés llamado Arthur Evans. Su apreciación del alto nivel de civilización alcanzado por los habitantes de Micenas le llevó a reflexionar sobre la estructura económica de un reino suficientemente rico para producir tales monumentos. Puesto que Micenas no poseía ninguna riqueza natural, no existían minas de oro ni plata ni cualquier producto susceptible de exportación, la elaboración de los productos implicaba una clara especialización, y esto, un sistema económico en el cual los trabajadores especializados dispusieran de medios de subsistencia. Fue esta la razón que llevó a Evans a pensar que los habitantes de Micenas tuvieron que saber escribir, aunque no se había hallado inscripción alguna en sus sepulturas y palacios.

Estas reflexiones incitaron a Evans a buscar huellas de escritura prehistórica; y llamaron su atención unas gemas grabadas que podían hallarse en las tiendas de antigüedades de Atenas. Evans las atribuyó a Creta, y cuando la isla estaba aún bajo el gobierno turco y en constante estado de agitación, la atravesó de extremo a extremo, con otro joven, que más tarde iba a compartir con él un título de nobleza, John Myres. Allí encontraron abundantes pruebas del origen de estas piedras, porque las campesinas las solían llevar como amuletos.

Pero esto no bastaba. Unos cuantos caracteres grabados en unos sellos de piedra no probaban la existencia de una contabilidad necesaria para dirigir un país civilizado. Evans decidió excavar por sí mismo, y en 1900, tan pronto como la liberación de Creta del gobierno turco lo permitió, comenzó las excavaciones en un lugar ya bien conocido, Cnosos, sede real y capital de un legendario imperio. Su objeto principal, el descubrimiento de inscripciones, se consiguió rápidamente; el 30 de marzo de 1900 se hallaron las primeras tablillas, una semana después de comenzar las excavaciones. 

Así nació la teoría de una civilización cretense no-griega llamada minoica, por el nombre de su legendario rey.

 Evans pudo distinguir en seguida tres fases en la historia de la escritura minoica, según él la llamó. En la fase más primitiva la escritura consistió en signos pictográficos que representaban objetos generalmente identificables. Y a este estilo lo llamó jeroglífico. No puede intentarse descifrarlas porque el material con que se cuenta es escaso. La segunda fase, comprende un sistema de escritura con signos pictográficos reducidos a simples trazos, y Evans llamó a la escritura de este segundo período Lineal A. Su dirección es de izquierda a derecha y se han encontrado ejemplos de ella en toda Creta, pero no fuera de ella. La mayor colección de la que disponemos es un conjunto de 150 tablillas de arcilla procedentes de un palacio situado a pocas millas de distancia de Festos. Y, en una fecha que no puede determinarse con exactitud, la Lineal A fue sustituida por una forma modificada que Evans llamó Lineal B.

Lineal A
La relación entre Lineal A y Lineal B es confusa. No se trata simplemente de una reducción de la primitiva escritura en imágenes a formas más simples y más fáciles de escribir, puesto que en ciertos casos las formas de la Lineal B son más elaboradas que las correspondientes de la Lineal A. Aunque superficialmente semejantes, para una mirada experta las diferencias entre ambos tipos de escritura son patentes. Pero de estas diferencias hablaremos próximamente, al igual que del desciframiento.



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