30 jun 2011

De Perseo y Andrómeda.


Volvamos a la historia de Perseo. Si recordamos, Perseo se dirigía de vuelta a casa tras haberle arrebatado la cabeza a Medusa. Así que podría pagar los impuestos, y voló a lo largo de la costa sobre sus sandalias aladas. Según miraban hacia abajo, al oeste divisó al gigante Atlas.

Atlas es el titán obligado a soportar la cúpula celeste. Esto despertó el interés de Perseo que aterrizó a los pies del titán y le preguntó si le gustaba su trabajo. Pero Atlas se lo tomó a mal y dio a Perseo una respuesta impertinente. Atlas le dijo que se largara y que hiciera el favor de dejarlo en paz. Esto enfureció a Perseo y quiso probar su arma secreta recién adquirida. Metió en su zurrón, enseñó a Atlas la cabeza de Medusa, y éste se convirtió inmediatamente en piedra. 

Cuando estaba sobrevolando Fenicia, vio algo extraño: una mujer encadenada a las rocas de la costa. Desncendió y se acercó a la mujer, que estaba llorando. Se trataba de Andrómeda.

La historia de Andrómeda empezó mucho antes que la de Perseo. Ésta tenía una madre muy vanidosa llamada Casiopea, y ésta miró un día a su hija ya crecida y proclamó que era la criatura más bella del mundo. Tan entusiasmada estaba la madre con la belleza de Andrómeda, que corrió a la costa y gritó hacia el mar y solicitó la presencia de las hijas de Poseidón. Una vez en su presencia les dijo: "Vosotras sois bellas, pero mi Andrómeda lo es cien veces más.

De las hijas de Poseidón se decía que eran las más hermosas de todo el globo terráqueo. Emergieron de la marea, escucharon cómo Casiopea proclamaba una y otra vez que su hija es cien veces más bella que ellas y los celos hicieron que se volviesen de color verde. Pero Poseidón lo solucionó enseguida, del mismo modo en que siempre solucionaba todos los problemas, y le dijo a sus hijas: "Enviaré un monstruo para que devore vuestro problema."

Primero envió una enorme ola sobre la ciudad que ocasionó daños horribles. Después inundó los campos, y la ciudad estuvo cerca de ser asolada por el hambre. Se le pidió consejo a un adivino y éste anunció que Andromeda, la hija de Casiopea, debía ser sacrificada encadenada a las rocas, junto al mar. Y así se hizo.

Cuando Perseo llegó volando con sus sandalias aladas vio cómo un monstruo marino jugueteaba en el agua delante de la costa. Perseo se enamoró inmediatamente de Andrómeda, y actuó con presteza. Fue a ver a su padre, negoció un contrato matrimonial y en el último segundo petrificó al monstruo con la cabeza de Medusa.

En agradecimiento, Andrómeda se enamoró de él. Perseo tomó a su joven esposa, se la llevó a su madre y se la presentó. Después fue a ver al codicioso rey y le dijo que ya tenía la cabeza de la Gorgona Medusa. Y el rey no le creyó, pensaba que estaba completamente loco. Pero Perseo insistió en enseñarle la cabeza de Medusa. El rey por supuesto quiso verla, entonces el joven héroe volvió la cabeza, metió la mano en su zurrón y sacó la cabeza cortada de Medusa y ya podemos imaginar lo que le ocurrió al ambicioso rey...

Perseo no deseaba otra cosa más que regresar con su madre y con su mujer a su patria, a su lugar de nacimiento, a la isla del rey Acrisio. Y así lo hizo. Fue recibido en la isla como un héroe, pues su fama se había extendido por todo el mundo. En su honor se organizaron competiciones, y él preguntó por su abuelo, el rey, pero no se le podía encontrar por ninguna parte.

Se sentó junto a su madre y su mujer en los mejores sitios de estadio; le trataban como a un rey, y él  observaba los juegos. De pronto le asaltó el deseo de competir y preguntó si podía tirar el disco por lo menos una vez, fuera de competición. Se le concedió de buena gana; él cogió un disco, tomó impulso y lo lanzó. Inmediatamente se escuchó un grito: "El rey ha muerto." 

Se comprobó y en efecto así era, el disco de Perseo había acertado a su abuelo Acrisio, quien se había escondido de él recordando el oráculo de que su nieto le mataría. Pero esto no fue un asesinato, sino una equivocación, una desgracia. Los dioses no se volvieron en contra del amable Perseo y tampoco el pueblo le reprochó nada, al contrario deseaban que fuera su nuevo rey y Andrómeda su reina.

Desde entonces Perseo vivió en paz hasta el fin de sus días. Andrómeda y él se fueron fieles, y cuando murieron fueron elevados al Cielo como constelación.

26 jun 2011

De Perseo y la Gorgona Medusa.



¿Quién era Medusa? Perseo no lo sabía, por eso nos detendremos en ella en el momento en el que Perseo se la encuentre.

Perseo se puso en camino, tras haber pactado con el rey Acrisio traerle la cabeza de Medusa. La conversación tuvo lugar sin ningún testigo, puesto que el codicioso rey había insistido en ello pues sabía que cualquier otro advertiría a Perseo de la inutilidad de dicha empresa. Pero para este trabajo contó con la ayuda de un buen espíritu que le guió. La mismísima Palas Atenea bajó del Olimpo para ayudar a nuestro héroe, y es que es sabido que ésta siempre había sentido predilección por los héroes inteligentes y también por los ingenuos, sólo si al mismo tiempo eran inteligentes.

Atenea descendió pues del Cielo y se apareció no como era en realidad, sino que se introdujo sigilosamente en el cuerpo de un humano. Éste se presentó ante Perseo con un escudo como ofrenda. Le dio un escudo de bronce que se había pulido hasta alcanzar un brillo intensísimo; brillaba y resplandecía como un espejo. Al verlo, Perseo que nunca había visto su imagen reflejada, creyó ver que dentro del escudo había un hombre joven. Atenea le replicó que se trataba de su imagen, se trataba de él mismo, aunque a nuestro Perseo le costó entenderlo.

Antes de marcharse, Atenea le dio dos consejos. Le dijo: "a un gran peligro nunca se le mira directamente a los ojos". Y el segundo consejo fue que buscara a las Greas. Las Greas eran mujeres viejas, apestosas, hermanas y guardianas de las Gorgonas. Atenea le dijo a Perseo que debía buscarlas y obligarlas a que te digan, pero con ingenio y astucia, donde moran las Gorgonas. Atenea le mostró el camino hacia las Greas y luego desapareció.

Perseo se puso de nuevo en camino y se fue en busca de ellas, que vivían en alguna parte del África junto a un lago, y a quienes ya desde lejos se podía oler, pues su hedor era nauseabundo. El aspecto que tenían es digno de mención. Las tres mujeres estaban sentadas junto a un lago, entre todas tenían un solo diente y un solo ojo. Pero este diente podía prestarse, igual que el ojo. Así que siempre que una quería morder algo, la que tenía el diente se lo daba, y lo mismo con el ojo.

Perseo se presentó ante ellas. Les dijo que le gustaría saber dónde vivían sus hermanas, las Gorgonas. Pero éstas se negaron a decírselo, e hicieron un par de observaciones obscenas. Aunque Perseo, que ya se imaginaba que eso iba a ocurrir, llevó consigo unas provisiones e hizo como si quisiera sentarse plácidamente a comerlas. Las tres tenían hambre y él les propuso partir los víveres, pues lo que llevaba se podía comer sin dientes. Partió los víveres en tres partes y a cada una de ellas le dio un poco. A una de ellas, que sostenía el ojo en una mano y el diente en la otra, le propuso sostenerlos mientras ella comía. Y una vez que hubieron acabado, Perseo aprovechó la ventaja que ahora tenía para sacar la información que iba buscando. Les dijo que si no le explicaban como llegar hasta las Gorgonas, nunca recuperarían ni el ojo ni el diente. De esta forma les sonsacó la dirección de las Gorgonas. Perseo fue lo suficientemente astuto como para devolverles sólo el diente, el ojo lo tiró al lago, de manera que tuviesen que meterse en el agua para buscarlo.

Luego dejó a las Greas, y las ninfas, que vivían cerca de ellas y que ya desde hacía siglos padecían el hedor de las viejas, estaban muy agradecidas a Perseo por haberlas obligado a saltar al agua y sumergirse. Y como agradecimiento las ninfas dieron tres regalos a Perseo: un manto que volvía invisible al que lo llevaba, sandalias aladas y un gran zurrón.

Las Gorgonas eran tres hermanas que parecían la versión bella de las Greas. Dos de ellas eran inmortales, la otra no, precisamente la más joven y la más hermosa de todas ellas, Medusa. Era mortal pero tan bella que cierto día se vanaglorió de ser más hermosa que Palas Atenea. A ésta no le gustó nada oírle decir eso y transformó a las tres Gorgonas en los seres más feos que hubiesen habitado la faz de la tierra, y de todas ellas Medusa era la más fea. Tenía cabellos como serpientes, la cara hinchada y un trasero como el de un caballo. Eran indescriptiblemente feas, pero también malvadas y peligrosas.

La cabeza de esta malvada, peligrosa y fea Gorgona era lo que tenía que coger Perseo. La Gorgonas estaban durmiendo cuando él llegó. Sacó la espada y cortó la cabeza a Medusa. Había retenido en la memoria todo lo que Atenea le había dicho, así que realizó el corte mirando a la Gorgona en el escudo liso como un espejo. Existía la leyenda de que aquel que mirase a Medusa a los ojos, se convertiría en piedra. Perseo se lo había tomado muy en serio, así que cortó la cabeza de Medusa y la metió en el zurrón que le habían dado las ninfas.

De las gotas de sangre que cayeron de la cabeza de Medusa a la tierra, crecieron hierbas que fueron aprovechadas como remedios curativos o bien como venenos.

Perseo se dirigió de vuelta a casa. Había arrebatado la cabeza de Medusa, así que podría pagar los impuestos. Y voló a lo largo de la costa, sobre sus sandalias aladas. 

25 jun 2011

De Dánae y Perseo.


Érase una vez un rey de Argos llamado Acrisio que tenía una hija llamada Dánae. Al rey un oráculo le predijo que sería asesinado por su nieto, es decir, que un hijo de su querida hija Dánae le mataría. Y como el amor a uno mismo prevalece sobre el amor filial, el rey Acrisio decidió eliminar el problema sin rodeos, y mandó construir una torre de bronce en la que encerró a Dánae cuando llegó la edad de casarla. La torre sólo era accesible desde arriba, desde el Cielo, y a la muchacha le arrojaban la comida desde las almenas. Así, pensaba Acrisio, podía proteger a su hija de los pretendientes que la solicitaran. Pero a estas alturas ya sabemos un poco de mitología griega y sólo podemos sonreír compasivamente, pues Acrisio no había contado con el más apasionado de todos los amantes: Zeus.

El padre de los dioses miraba y miraba desde lo alto del Cielo hacia dentro de la torre de bronce, hasta que vio a la bella y casadera Dánae. De noche, cuando la tierra oscurecía, el resplandor de sus ojos colmados de lágrimas se elevaba a lo alto a través de la torre de bronce, pues la joven deseaba con vehemencia a un hombre.

Zeus se transformó en lluvia de oro que cayó durante toda la noche sobre Dánae mientras dormía y la fecundó; Perseo acababa de ser engendrado.

Cuando Dánae dio a luz a este muchachito divino, en un primer momento su padre no supo qué hacer, porque tenía mucho cariño a su hija y le hubiese gustado tener por nieto a un niño tan hermoso; pero la sentencia del oráculo seguía aterrorizándole. Por eso, cogió a su hija, le puso el niño en los brazos y los abandonó a los dos en una frágil barquilla y ordenó que la dejaran en el mar. Acrisio estaba seguro de que la muerte sería inevitable. Sin embargo Zeus era el padre de Perseo y él es quien dirige el destino y quien dirigió la barquilla, que flotó por los mares hasta encallar en una isla. Un pastor encontró a la mujer y al niño; era un hombre honrado y bondadoso, y además era hermano del rey de la isla.

Aunque el rey no era ni honrado ni bondadoso. Cuando un día fue de visita a casa de su hermano el pastor, vio a Dánae sentada en un rincón de la habitación y pareció que era una joven muy hermosa. Se enamoró de ella y desde aquel día empezó a perseguirla. Pero su hermano, el pastor, la protegía, hasta el día en que Perseo se hizo adulto y fue capaz de proteger a su madre por sí solo.

Perseo era un joven atractivo, quizá de aspecto un tanto delicado. Era ingenuo, muy ingenuo, pero inteligente. No obstante se le podía engañar con facilidad, y no era capaz de captar una ironía o una broma maliciosa. Para Perseo el sí era un sí, y el no significaba no.

El codicioso rey pensó en el modo de quitarse de en medio a Perseo. No quería matarlo, sólo pretendía alejarlo de su madre, así que invento los impuestos. Éste proclamó que cada ciudadano de la isla debía entregar a palacio una parte de los caballos. Pero Perseo y su madre no tenían caballos, así que el muy ingenuo le propuso al codicioso rey entregarle cualquier otra cosa a cambio. Y éste le ordenó traer la cabeza de la gorgona Medusa...

23 jun 2011

El Coliseo se restaurará por fin.



Por fin comienza la necesaria restauración del sucio Coliseo de Roma, que parece desmoronarse. Tuvieron que pasar años para encontrar quien financiara las obras en este símbolo de la ciudad eterna, mientras arqueólogos y expertos en cultura fracasaban en sus planes de ver nacer de nuevo este anfiteatro, que cada año visitan más de cinco millones de turistas.
El miércoles, después de que se pusiera el sol y con gran revuelo mediático, se dio inicio a este nuevo comienzo que, ahora sí, irá rápido: a finales de julio se adjudicarán los contratos y dos meses después comenzarán las obras.
El lavado de cara del Coliseo, que además del paso del tiempo sufre la contaminación ambiental y las vibraciones del tráfico, no habría sido posible sin Diego Della Valle. El empresario pondrá 25 millones de euros para rescatar de la pobreza a la endeudada capital.
Está previsto que las obras se prolonguen entre dos y tres años, mientras se detiene el flujo de turistas. Después, el gran anfiteatro de la antigüedad volverá a brillar como nuevo símbolo de Roma.
Las obras previstas ampliaran en un cuarto la superficie transitable del Coliseo. Fuera, junto al Arco de Constantino, habrá un moderno centro de servicios, donde después se colocará un centro de visitantes, una librería, servicios sanitarios y la venta de entradas. Y con ello se libera espacio en el propio Coliseo.
 Coliseo 1904
Mientras, las sucias fachadas norte y sur del monumento serán limpiadas con una tecnología de agua a presión que acabará con el polvo y las manchas negras sin necesidad de usar disolventes u otros productos químicos. Las partes rotas serán selladas, se realizará un tratamiento para el metal y se alisarán los enyesados. Todo ello en una superficie de fachada de más de 21.000 metros cuadrados.
Además, los pasillos que dan acceso al fascinante foso subterráneo también serán restaurados, y la parte abovedada inferior tendrá un nuevo enrejado que cerrará el Coliseo al exterior. Con este gigantesco proyecto, el alcalde de Roma, Gianni Alemanno, y el ministro de Cultura, Giancarlo Galan, no pueden hacer otra cosa que dar las gracias a los patrocinadores privados. Al fin y al cabo, Roma quiere seguir siendo una metrópolis cultural.

De Dédalo e Ícaro


Hoy nos ocuparemos de Dédalo, que ya nos ha aparecido en algún momento. Ésta es la historia del mayor y más importante inventor del mundo antiguo:

Dédalo significa "el rico en ocurrencias". En realidad nuestro inventor era ateniense, y el hecho de que estuviera en Creta en aquella época tiene como fondo una singular historia. Dédalo no sólo era el inventor más famoso, sino también el escultor y el pintor más célebre de toda Atenas. De él se decía que pintaba sus cuadros y que esculpía sus estatuas en piedra con un parecido tan grande con la realidad, que si dichas obras de arte estuvieran entre el gentío, en la plaza, el pueblo pensaría que se había multiplicado. Al parecer había más de un político que quería aprovecharse de esta ilusión, y pidieron a Dédalo que colocase una muchedumbre en la plaza cuando dieran sus discursos; y  Dédalo solía hacer todo lo que se le pedía. Los problemas estaban para ser resueltos.

Nuestro inventor tenía un sobrino llamado Pérdix, hijo de su hermana, al que introdujo en el arte de inventar, de la ingeniería, de la escultura y de la pintura. Pérdix era excepcionalmente hábil, tenía madera para convertirse en un inventor mucho más importante y significativo que su tío. Entre otras cosas, inventó la sierra cuando aún era un muchacho. Mientras paseaba por la playa, vio un pez devorado por las aves, y observando las espinas pensó: "Si fuesen de metal, cortaría con ellas la madera". También inventó el círculo y el torno alfarero.

De modo que las invenciones que Pérdix regaló a la humanidad eran absolutamente básicas. Al principio, Dédalo reaccionó con orgullo viendo que su sobrino aprendía tan bien y tan rápidamente. Sin embargo, con el tiempo, se le acabó el orgullo y la envidia se apoderó de él. Y un día, atrajo al muchacho al mar diciéndole que quería enseñarle algo. Le dijo que quería introducirle en el cálculo de distancias. Los griegos sabían que la tierra era una esfera, y Dédalo quería asignarle una tarea. Le preguntó dónde se hallaba el centro entre él en el acantilado, y el horizonte en el mar. Pérdix lo supo enseguida y contestó que dado que la Tierra es redonda y la línea de la mirada una tangente que se une a la curvatura de la Tierra, este largo trecho, teniendo en cuenta la reducción de la perspectiva, le parecerá al ojo tan corto, que su bisectriz concurre aproximadamente con la línea del horizonte.

Dédalo quedó tan aterrado ante la inteligencia, el saber y la indiscutible genialidad de su sobrino, que casi se desplomó, pero en cambio lo que hizo fue darle un empujón y Pérdix cayó al acantilado. Pero éste tenía una protectora en el cielo, Palas Atenea en persona, a quien siempre le habían atraído los astutos e inteligentes. Agarró al muchacho, todavía en el aire, lo transformó en una perdiz y de este modo Pérdix sobrevivió a su caída.

Sin embargo, Dédalo fue llevado a juicio en Atenas y acusado de asesinato. Se le encontró culpable y fue expulsado de la ciudad, lo que suponía el mayor castigo para un ateniense. Fue desterrado a Creta adonde llegó con su hijo Ícaro y ofreció su persona y sus servicios a la familia real. Y allí se hizo famoso por haber construido la vaca para la infeliz de Pasifae y el laberinto para albergar al Minotauro.

Y un buen día, Minos, rey de Creta, encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro en el laberinto por haber ayudado a su hija Ariadna; y Minos quería al inventor sólo para él.

Dédalo había construido el laberinto de una forma muy astuta, pero no retenía los planos en la memoria. Y en el centro del mismo se hallaban él y su hijo Ícaro; lugar donde había vivido el Minotauro antes de que Teseo le diera muerte.
Pero nuestro inventor ya estaba trazando un plan para escapar. Dédalo observó como los pájaros volaban alrededor de ellos. Éstos al agitarse en el cielo, perdían plumas. Dédalo las recogió, estudió su forma y comprobó que eran lisas por debajo y curvas por arriba. Observó que las plumas se elevaban cuando el viento soplaba por el laberinto y advirtió que esto sucedía por el mismo motivo por el que por arriba eran curvas y por debajo planas, descubriendo así los principios de la fabricación del ala.

Se puso manos a la obra, y pronto construyó unas alas para Ícaro y otras para él con las muchas plumas que caían del cielo. Las pegaba con al cera de las velas que había en el laberinto para iluminar en la noche, hasta que por fin quedaron listas. Aleccionó a Ícaro y le propuso abandonar la isla y volar por encima del agua, pero advirtió que si volaba demasiado bajo las alas se empaparían completamente. Pero tampoco debía volar demasiado alto porque los rayos del Sol son muy ardientes y la cera se derretiría.

Pero Ícaro era un joven impetuoso, salió volando muy alto sin hacer demasiado caso de los sabios consejos de su padre. Era maravilloso ver la isla desde arriba. Llegó demasiado cerca del Sol, sus rayos deshicieron la cera e Ícaro se precipitó desde lo alto. Se dice que cuando chocó con la superficie del agua pasó una perdiz volando. Era el pequeño Pérdix, primo de Ícaro, que no pudo contener una risa malévola.

Dédalo se refugió en el estado de un rey que le debía un favor, porque sabía de sobra que Minos le perseguiría por todas partes. El propio Minos tuvo una idea y mandó anunciar que en su nombre convocaba un acertijo al mundo entero. Propuso una altísima recompensa para quien consiguiera pasar un finísimo hilo por la concha de un caracol.

Curiosamente un rey contestó a la propuesta de Minos, y este supo enseguida dónde se escondía Dédalo. Pues sólo Dédalo sería capaz de encontrar una solución para este acertijo. Y no se equivocó Minos.

Y ¿cómo resolvió Dédalo la dificultad de Minos? Pues bien, Ató un hilo al abdomen de una hormiga y la hizo pasar por dentro de la concha de caracol.

15 jun 2011

Leptis Magna en peligro.



Las fuerzas leales al régimen del líder libio, Muamar Gadafi, trasladaron ayer municiones y cohetes al importante yacimiento arqueológico de Leptis Magna —en Trípoli—, confiando en que su valor histórico sirva para evitar los ataques de la OTAN. Leptis Magna, una ciudad fundada por los fenicios en el siglo XII a.C. y que perteneció a Cartago y posteriormente a Roma, fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1982.
No obstante, es posible que la estrategia de Gadafi sólo sirva para llevarse en su caída una huella histórica de quienes reinaron en su territorio antes que él. La OTAN anunció que, si se confirma esta información, no descarta bombardear las antiguas ruinas romanas.
«Vamos a acabar con todo aquello que suponga una amenaza para los civiles libios», señaló a la CNN un miembro de la OTAN en Nápoles, que prefirió permanecer en el anonimato. Por su parte, el comandante supremo de las fuerzas rebeldes libias, Abu Mohamad, confirmó la noticia: «Ayer fuimos informados de que las fuerzas de Gadafi se han ocultado en el interior de Leptis Magna», dijo en la cercana localidad de Zlitan.

14 jun 2011

De Minos, Europa y el Minotauro.

Retomando el artículo de ayer, pretendo continuar con la historia de Europa. Europa la ingenua, la bella muchacha llevada por Zeus, convertido en toro blanco, a Creta a través del mar. Allí Zeus se transformó de nuevo, esta vez en águila, posó su negro aleteo sobre la pequeña Europa y aquí viene el dilema. Hay quien dice que Zeus violó a Europa, y también hay quien dice que Europa de enamoró de su secuestrador. Bien por amor, o sólo sexo, hay que decir que de aquel pasaje mítico, nació nuestro continente. Los cínicos dicen: "fíjate en la historia de Europa a lo largo de los dos últimos milenios, ¿qué otra cosa cabe esperar de una violación? Europa ha sido violada y Europa ha violado a todo el mundo a lo largo de su historia." Y ciertamente es paradójico. Aunque, yo me inclino por pensar que lo que mantuvieron Zeus y Europa fue una relación amorosa. Con todo, Europa regaló tres hijos a su amante divino, y yo no me creo que tres hijos hayan surgido únicamente de otras tantas violaciones.

De estos hijos, el tercero ha pasado inadvertido, pero los otros dos son importantes para nuestra historia. Ellos son Minos y Radamanto. Estos dos hijos de Europa se peleaban entre sí desde su más tierna infancia. Nunca estaban de acuerdo. Cuando uno hacía algo, el otro le juzgaba y le condenaba, y viceversa. Y así vivieron hasta que llegaron a un conflicto abierto, siendo ya adolescentes: se enamoraron del mismo muchacho. Minos, que era más fuerte, expulsó a Radamanto de Creta y le ordenó que nunca más se dejase ver por la isla. Radamanto huyó a Grecia y al morir fue empleado en los infiernos para administrar justicia.

Desde entonces Minos fue rey de Creta. Su madre Europa se quedó con él. De buena gana se la hubiera quitado de encima, porque ella no se dejaba dominar y no sólo no le secundaba, sino que además se entrometía en sus asuntos y criticaba constantemente su forma de administrar el país. En realidad Minos, aunque le guardaba el debido respeto, estaba dominado por un odio cerval a su madre, pero se mantenía alejado de ella y evitaba las disputas abiertas, sabiendo que Europa había obtenido de Zeus, su amante, tres regalos: el primero, una jabalina que siempre daba en el blanco, independientemente de lo torpe que fuera el lanzador. El segundo fue un perro extremadamente fiero y mordedor. Y el tercero, era un hombre de bronce que no hacía otra cosa que correr entre tres y seis veces al día alrededor de las murallas de la ciudad, para quitar de antemano el deseo de conquista a cualquier posible enemigo. Minos  temía estos tres regalos de Zeus y por ello se cuidaba de no irritar demasiado a su madre.

Palacio de Knossos
Cuando Minos expulsó a Rodamanto de Creta, recibió de Zeus un regalo, las leyes con las que debía regir su reino. Pero debemos recordar que Creta es una isla bañada por el mar. El dios de los mares era Poseidón y, a la larga, éste no vio con buenos ojos que Minos sólo sirviera a Zeus, su hermano mayor. Poseidón estaba celoso y Zeus, que conocía los humores de su hermano, aconsejó a Minos rezar de vez en cuando al dios del mar, y Minos así lo hizo. Lo hacía de mala gana, pero lo hacía.

Pero también estaba Helios, el dios del Sol, quien con sus rayos calentaba la isla y hacía crecer los frutos. Helios deseaba igualmente la atención de Minos, así que éste también le rezó; y se conmovió tanto Helios, que le entregó por esposa a su hija Pasifae. Minos aceptó el regalo, quería satisfacer a todos.

Sobre Pasifae se cernió un halo trágico desde el comienzo. Dio a Minos unos cuantos hijos, entre ellos a Fedra y Ariadna, de las que hablaremos próximamente.

Minos, se vio obligado a presentar sus respetos y rezar a Poseidón, pero al dios le pareció demasiado poco, pues veía que a su hermano Zeus se le ofrendaban sacrificios. Así que exigió un sacrificio: un toro, que es símbolo de los cretenses, ya que Zeus se había convertido en toro blanco cuando llevó a Europa hasta Creta. Por ello Poseidón quiso que se le sacrificase un toro exactamente igual. Y como a Minos le costó bastante encontrar un animal con esas características, Poseidón le ayudó y con la espuma blanca de las olas moldeó un toro a medida y lo hizo salir del agua. Pero a Minos, que sólo temía a su padre Zeus, le gustó mucho aquel animal y pensó que igual Poseidón no se daba cuenta si lo sustituía por otro, uno viejo enfermo y consumido. Y así lo hizo, guardó en sus establos al fabuloso animal y sacrificó a otro ejemplar en su lugar; desafiando así al destino.

Como era de esperar, Poseidón descubrió la argucia y castigó a Minos aunque no directamente. Poseidón dispuso que, Pasifae, la esposa de Minos e hija de Helios, se enamorara de este toro blanco.

Pasifae no sólo se enamoró de él, sino que sintió por él un deseo sexual extremadamente apasionado. Hizo que la dejaran entrar en su establo, acarició al bello animal y quiso que el toro la montara, aunque por razones puramente anatómicas era bastante difícil. Pero el destino, al mismo destino que había desafiado Minos, quiso que por aquel tiempo el inventor más importante de la antiguedad, Dédalo, se encontrara en Creta. Dédalo le construyó una vaca de madera hueca por dentro en la que colocó las instrucciones de uso. Debajo había construido una trampilla por la que Pasifae se coló y esperó al toro.

Y de la unión de Pasifae y el toro nació un verdadero monstruo, el Minotauro, un muchacho con cabeza de toro. Era peligroso, tenía un aspecto indescriptiblemente feo y suponía un constante recordatorio del perverso desliz de Pasifae.

13 jun 2011

Europa y el toro


En la Fenicia antigua, a unos sesenta kilómetros al sur de Beirut, se levantaba la ciudad de Tiro, donde reinaba el rey Agenor. Éste era hijo de Poseidón, dios del mar. Éste rey, Agenor, tenía una hija encantadora, de aspecto dulce, algo ingenua tal vez, llamada Europa. Le gustaba mucho jugar junto al mar con sus amigas y allí fue dónde Zeus le echó un día el ojo, como se suele decir.

El padre de los dioses no podía contemplar durante mucho tiempo a una muchacha hermosa sin inflamarse de deseo por ella, y esto es lo que le ocurrió con Europa. La observó mientras con su cestita de flores bailaba en la playa y jugaba con sus amigas, y aprovechó la ocasión para transformarse en toro, un toro impresionante, blanco, tan blanco como la nieve y cuya piel estaba cubierta por un pelaje suave y aterciopelado. Salió del agua, trotó por la playa y se quedó quieto a escasos metros de Europa, sin moverse. Sólo Europa, que ya lo he advertido, un poco ingenua, miró al majestuoso animal llena de asombro. Sobre todo la había hechizado la mirada de la bestia. El toro mantenía la cabeza ligeramente inclinada, y sus ojos azules tenían una expresión tímida y embelesada.

Europa hizo ademán de acercarse al toro, que lucía un perigallo enorme. Poseía un gran perigallo y dos delicados cuernos de piedras preciosas,  y parecía completamente manso. Se dejó acariciar por Europa, apoyó en ella su cabeza y al final ella se armó de valor y se sentó sobre su lomo, momento que aprovecho el toro para dar un par de pasos y caminar lentamente en círculos. Las muchachas salieron de su escondite, muy contentas, y quisieron subirse al lomo del toro, pero éste no lo consintió. Se dio la vuelta, se alejó a todo correr, saltó al agua y se fue nadando.

Europa sostenía con una mano su cestita de flores, mientras con la otra se asía firmemente a un cuerno del toro; así es como se alejó sobre las espaldas de Zeus y sus compañeras de juegos nunca la volvieron a ver.

Sabemos que el toro nadó por el Mediterráneo con Europa a sus espaldas, y que no puso pie en tierra hasta llegar a Creta.


ΟΙ ΠΡΟ-ΑΛΦΑΒΗΤΙΚΕΣ ΣΤΟΝ ΕΛΛΑΔΙΚΟ ΧΩΡΟ



Οι γνωστές ιστορικές πηγές μαρτυρούν οτι το ελληνικό αλφάβητο εμφανίσθηκε για πρώτη φορά τον 8ο π.Χ. αιώνα. Όμως πολύ πριν από το αλφάβητο, στον ελληνικό χώρο χρησιμοποιήθηκαν διάφορες άλλες γραφές, οι οποίες χαρακτηρίζονται με τον γενικό όρο προ-αλφαβητικές. Στον παρακάτω πίνακα αναγράφονται τα είδη γραφών αυτών και η περίοδος κατά οποία χρησιμοποιούνταν.


ΕΙΔΟΣ ΓΡΑΦΗΣ

ΠΕΡΙΟΔΟΣ
Συμβολική Σημειογραφία
6.000 – 1.600 π.Χ.
Ιερογλυφική
2.000 – 1.650 π.Χ.
Ο δίσκος της Φαιστού
1.700 – 1.600 π.Χ.
Γραμμική Α
1.700 – 1.450 π.Χ.
Γραμμική Β
1.450 – 1.200 π.Χ.
Κυπρομινωική
1.500 – 1.000 π.Χ.
Κλασική κυπριακή
1.000 – 200 π.Χ.

Στη συνέχεια θα εξετασθούν τα βασικά στοιχεία καθεμίας από τις παραπάνω γραφές, όπως αυτές είναι γνωστές σήμερα. Τα αντικείμενα που διασώθηκαν μέχρι σήμερα και περιέχουν σημεία ή σύμβολα των παραπάνω γραφών κατατασονται σε τέσσερις κύριες κατηγοριες.

Α) Πήλινες πινακίδες διαφόρων μεγεθών, οι οποίες διασώθηκαν, κυρίως επειδή ο πηλός από τον οποίο ήταν κατασκευασμένες ψήθηκε από τις πυρκαγιές που κατέστρεψαν τους χώρους όπου βρίσκονταν.

Β) Επιγραφές πάνω σε πήλινα αγγεία, οι οποίες γράφτηκαν είτε πριν από το ψήσιμό τους είτε μετά το ψήσιμο από τον ιδιοκτήτη τους. Συνήθως δηλώνουν το περιεχόμενο του αγγείου ή την προέλευσή του.

Γ) Αντικείμενα με αρχειακό χαρακτήρα, δηλαδή, σφραγίδες ή σφραγίσματα, ελάσματα με δυο όψεις, ράβδοι με τρείς ή τέσσερις όψεις, σφαιρίδια κ.λτ. περισσότερα από αυτά τα πήλινα.

Δ) Αντικείμενα που φέρουν εγχάρακτα γραφικά σημεία, όπως λίθινες τράπεζες προσφορών ή διάφορα μεταλλικά αντικείμενα.

Γενικά, έχουν διασωθεί αντικείμενα τα οποία δεν καταστρέφονται από τη φωτιά ή από την υγρασία, και γι'αυτό ο συνολικός αριθμός των τεκμηρίων που διαθέτουμε είναι πολύ περιορισμένος.

Όσον αφορά στα τρία γραφών που μας ενδιαφέρουν περισσότερο, σώζονται τα εξής τεκμήρια: 270 σε ιερογλυφική με 1.537 σημεία, 1.427 σε γραμμική Α με 7.362 σημεία και 4.765 σε γραμμική Β με 57.398 σημεία.

Τα αντικείμενα της πρώτης κατηγορίας είναι ασύγκριτα περισσότερα και σημαντικότερα από όλα τα άλλα. Επειδή, μάλιστα, το περιεχόμενό τους έχει συνήθως λογιστικό ή απογραφικό χαρακτήρα, μερικοί υποστηρίζουν ότι η γραφή αυτή χρησιμοποιούνταν μόνο για οικονομικούς σκόπους.

Αυτό μπορεί να ισχύει για τις πρώτες μορφές γραφής, οι οποίες δεν ήταν πολύ αναπτυγμένες, αν και τα σημερινά δεδομένα γι'αυτές είναι εξαιρετικά περιορισμένα, ώστε να καταλήξουμε στη σωστή αξιολόγιστή τους. Ο δισκος της Φαιστού περιέχει ένα κείμενο σαφώς μη οικονομικού χαρακτήρα, αλλά η μοναδικότητά του δεν επιτρέπει τη διατύπωση περαιτέρω συμπερασμάτων. Αντιθέτως, η Γραμμική Α και ιδιαίτερα η Γραμμική Β αποτελούν ολοκληρωμένα συστήματα γραφής και θα μπορούσαν θαυμάσια να χρησιμοποιηθούν και για τη σύνταξη λογοτεχνικών, ιστορικών ή άλλων διδακτικών κειμένων.


5 jun 2011

Cántame, Oh Musa...


Empezaremos el mes y la semana, con la historia de un pequeño e ignorado músico, Marsias. Y es que, un día, vagando por los bosques, la diosa Palas Atenea, encontró un hueso doble, que las hormigas habían vaciado y limpiado por dentro; en este hueso doble hizo unos agujeros y...¡He aquí la flauta!

Atenea quiso enseñar a todos los dioses reunidos en el Olimpo este nuevo invento del que se sentía tan orgullosa. Se sentó y comenzó a tocar lo que los griegos llamarían aulos. Sin duda alguna interpretó una música maravillosa, una música divina, ésa es la palabra. Y sin embargo Hera, la madre de los dioses, la hermana y ala vez esposa de Zeus, y Afrodita, la diosa del amor, volvieron los rostros y empezaron a cuchichear y a reírse disimuladamente. Atenea se quedó perpleja al verlas y se preguntó si posiblemente no estaba tocando bien. Pero descubrió que no se trataba de eso, sino que era ella misma el motivo de tales cuchicheos.

Bajó volando a la Tierra, busco un lago de montaña transparente, se inclinó hacia la superficie del agua y volvió a tocar la misma canción, esta vez sólo para ella. Mientras lo hacía contempló su rostro, y cayó en la cuenta de por qué se habían reído Hera y Afrodita. Su imagen reflejada mostraba una cara abotagada por el esfuerzo, amoratada y enrojecida, con los ojos apretados y las aletas de la nariz repugnantemente hinchadas. La música sonaba maravillosamente, pero afeaba al músico. Atenea dedujo que no podría pavonearse en ninguna parte con este invento: tocar el aulos no era para ella, tal vez para ninguna mujer; la volvía abominable.

Así pues, arrojó la flauta a sus espaldas y no sólo eso, le echó una maldición: "A cualquiera que toque esta flauta le sobrevendrá una desgracia".

Y mira por dónde que se acerco un infeliz sátiro llamado Marsias, al que consideraban un duende inofensivo, habitante de los bosques, no muy espabilado pero muy pagado de sí mismo. Y al tropezarse con la flauta pensó que le podría servir de algo. Y empezó a tocar.

No tenía ni la menor idea de música ni del manejo del instrumento, pero hete aquí que de la flauta salieron como por arte de magia sonidos celestiales, debido a su origen divino, precisamente. A Marsias no se le ocurrió pensar que había algo sobrenatural detrás de todo aquello, sino que atribuyó lo maravilloso de la música a su genio, del que, como él mismo decía, no había sabido nada hasta aquel mismo momento.

De modo que se fue a ver a los campesinos de las cercanías y toco ante ellos. Y todos lo felicitaban maravillados. Se quedaban con la boca abierta, maravillados y de ellos, uno le dijo que su arte sólo era igualado por el mismísimo Apolo.

En ese momento el desdichado y chiflado Marsias habría tenido que desmentirlo, aunque sólo fuera por compromiso. Pero no, se llevó consigo esta frase para su siguiente viaje, incluso como una especia de eslogan que rezaba "Sólo Apolo toca tan bien como yo".

Y es que es aconsejable apartarse de los dioses y no mencionarlos siquiera, pues sólo se consigue despertar su atención y su ambición. Apolo oyó cómo se fanfarroneaba a costa de su nombre y durante un tiempo estuvo observando a Marsias desde el Olimpo, hasta que un día descendió y le dijo que si pensaba que tocaba tan bien como él mismo, le retaba a organizar una competición. Apolo con la lira, y Marsias con la flauta.

Y como era de suponer, el ingenuo de Marsias aceptó. Apolo convocó a un jurado verdaderamente selecto: las musas, las diosas de las artes y de las ciencias, serían quienes juzgaran cuál de los dos era el mejor. Ellos acordaron, que el ganador podría hacer lo que quisera con el perdedor y ambos estuvieron de acuerdo.

Tocaron. Apolo la lira, Marsias el aulos. En un primer momento la cosa no fue mal para el sátiro ya que las musas confesaron que no podían apreciar quién era de los dos el mejor. Así pues, Apolo propuso que Marsias hiciera todo lo que él hiciese. Y Marsías seguía asintiendo para su desgracia.

Apolo dio la vuelta a la lira y la tocó con la mano izquierda, y se puso a cantar. Esto es posible con la lira, con la cítara tal vez, pero seguro que no con un instrumento como el aulos, semejante a la flauta. En primer lugar porque si se le da la vuelta no suena y en segundo lugar porque ningún ser humano puede tocar la flauta y cantar al mismo tiempo. Ni siquiera un dios puede hacerlo,porque tampoco ellos proceden a su libre antojo con las cosas de este mundo. De manera que Marsias perdió la competición, y las musas dieron a Apolo la corona de la victoria.

Apolo le recordó que habían convenido que el vencido se pondría a disposición del vencedor. Así que cogió al pequeño Marsias del cuello, lo ató al tronco de un gran abeto y lo desolló vivo con el aulos, el extraño hueso doble. Las musas allí presentes acogieron los gritos de Marsias como una especie de música. 

Y es que las musas saben ver lo artístico en todas las cosas del mundo.