30 jun 2011

De Perseo y Andrómeda.


Volvamos a la historia de Perseo. Si recordamos, Perseo se dirigía de vuelta a casa tras haberle arrebatado la cabeza a Medusa. Así que podría pagar los impuestos, y voló a lo largo de la costa sobre sus sandalias aladas. Según miraban hacia abajo, al oeste divisó al gigante Atlas.

Atlas es el titán obligado a soportar la cúpula celeste. Esto despertó el interés de Perseo que aterrizó a los pies del titán y le preguntó si le gustaba su trabajo. Pero Atlas se lo tomó a mal y dio a Perseo una respuesta impertinente. Atlas le dijo que se largara y que hiciera el favor de dejarlo en paz. Esto enfureció a Perseo y quiso probar su arma secreta recién adquirida. Metió en su zurrón, enseñó a Atlas la cabeza de Medusa, y éste se convirtió inmediatamente en piedra. 

Cuando estaba sobrevolando Fenicia, vio algo extraño: una mujer encadenada a las rocas de la costa. Desncendió y se acercó a la mujer, que estaba llorando. Se trataba de Andrómeda.

La historia de Andrómeda empezó mucho antes que la de Perseo. Ésta tenía una madre muy vanidosa llamada Casiopea, y ésta miró un día a su hija ya crecida y proclamó que era la criatura más bella del mundo. Tan entusiasmada estaba la madre con la belleza de Andrómeda, que corrió a la costa y gritó hacia el mar y solicitó la presencia de las hijas de Poseidón. Una vez en su presencia les dijo: "Vosotras sois bellas, pero mi Andrómeda lo es cien veces más.

De las hijas de Poseidón se decía que eran las más hermosas de todo el globo terráqueo. Emergieron de la marea, escucharon cómo Casiopea proclamaba una y otra vez que su hija es cien veces más bella que ellas y los celos hicieron que se volviesen de color verde. Pero Poseidón lo solucionó enseguida, del mismo modo en que siempre solucionaba todos los problemas, y le dijo a sus hijas: "Enviaré un monstruo para que devore vuestro problema."

Primero envió una enorme ola sobre la ciudad que ocasionó daños horribles. Después inundó los campos, y la ciudad estuvo cerca de ser asolada por el hambre. Se le pidió consejo a un adivino y éste anunció que Andromeda, la hija de Casiopea, debía ser sacrificada encadenada a las rocas, junto al mar. Y así se hizo.

Cuando Perseo llegó volando con sus sandalias aladas vio cómo un monstruo marino jugueteaba en el agua delante de la costa. Perseo se enamoró inmediatamente de Andrómeda, y actuó con presteza. Fue a ver a su padre, negoció un contrato matrimonial y en el último segundo petrificó al monstruo con la cabeza de Medusa.

En agradecimiento, Andrómeda se enamoró de él. Perseo tomó a su joven esposa, se la llevó a su madre y se la presentó. Después fue a ver al codicioso rey y le dijo que ya tenía la cabeza de la Gorgona Medusa. Y el rey no le creyó, pensaba que estaba completamente loco. Pero Perseo insistió en enseñarle la cabeza de Medusa. El rey por supuesto quiso verla, entonces el joven héroe volvió la cabeza, metió la mano en su zurrón y sacó la cabeza cortada de Medusa y ya podemos imaginar lo que le ocurrió al ambicioso rey...

Perseo no deseaba otra cosa más que regresar con su madre y con su mujer a su patria, a su lugar de nacimiento, a la isla del rey Acrisio. Y así lo hizo. Fue recibido en la isla como un héroe, pues su fama se había extendido por todo el mundo. En su honor se organizaron competiciones, y él preguntó por su abuelo, el rey, pero no se le podía encontrar por ninguna parte.

Se sentó junto a su madre y su mujer en los mejores sitios de estadio; le trataban como a un rey, y él  observaba los juegos. De pronto le asaltó el deseo de competir y preguntó si podía tirar el disco por lo menos una vez, fuera de competición. Se le concedió de buena gana; él cogió un disco, tomó impulso y lo lanzó. Inmediatamente se escuchó un grito: "El rey ha muerto." 

Se comprobó y en efecto así era, el disco de Perseo había acertado a su abuelo Acrisio, quien se había escondido de él recordando el oráculo de que su nieto le mataría. Pero esto no fue un asesinato, sino una equivocación, una desgracia. Los dioses no se volvieron en contra del amable Perseo y tampoco el pueblo le reprochó nada, al contrario deseaban que fuera su nuevo rey y Andrómeda su reina.

Desde entonces Perseo vivió en paz hasta el fin de sus días. Andrómeda y él se fueron fieles, y cuando murieron fueron elevados al Cielo como constelación.

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