La verdadera filología en un sentido muy cercano al que tiene en la actualidad, una actividad que tiende a editar y explicar a los autores antiguos, se inicia en la Alejandría de los Ptolomeos. Aunque en época anterior se dan algunos preludios. El hecho básico fue la creación de la Biblioteca de Alejandría, obra de Ptolomeo I, que se rodeó de un grupo de eminentes eruditos y críticos que echaron las bases de una larga tradición, que duraría hasta el fin de la Antiguedad.
La difusión, la conservación y la reflexión sobre la catalogación del libro y la crítica literaria se desarrollaron durante la época helenística con la creación de grandes bibliotecas, que respondían al deseo enciclopédico que se puede encontrar, por ejemplo, en el afán de Aristóteles y que respondían también, sin duda, a razones de prestigio político.
Las ediciones alejandrinas son la fuente última de las ediciones modernas de los autores griegos. Se produjo una verdadera obsesión por recoger en la Biblioteca todo lo publicado. Los ejemplares venían sobre todo de Atenas, Rodas y Antioquía.
La Biblioteca se organizó burocráticamente con un bibliotecario al frente, y se procedió a la reunión y catalogación de los fondos que iban entrando.[1]
Los lugares más representativos fueron:
-En Alejandría, la biblioteca creada por Ptolomeo I Sóter y constituida por Demetrio de Falero. Llegó a contener 500.000 volúmenes (en la parte del Museion) y 40.000 en el templo de Serapio (Sérapeion). El Museion fue destruido parcialmente en el 47 a. C.
-En Pérgamo, la biblioteca fundada por Átalo I, contenía 200.000 volúmenes que fueron llevados al Serapeo por Marco Antonio y Cleopatra tras la destrucción del mismo. El Serapeo fue destruido, en parte, poco después, 391 por los cristianos y los últimos libros desaparecieron en 641 con la conquista árabe.
-En Atenas, el Ptolemaion fue la que tuvo más relevancia tras la destrucción de la Biblioteca de Alejandría. Importantes fueron también la biblioteca de Pantainos, hacia el 100; y la biblioteca de Adriano, en 132.
-En Rodas, se creó una biblioteca que intentó rivalizar con la de Alejandría.
-En Antioquia hubo una biblioteca pública de la que Euforión de Calcis fue director hasta finales del siglo III.
Las bibliotecas tenían sus propios talleres de copistas y la organización general de los libros aseguraba los trabajos siguientes:
-Conservación de un ejemplar de cada libro
-Traducción (Biblia de los Septantes)
-Crítica literaria para catalogar los textos de referencia para su copia (La Ilíada y La Odisea)
-Constitución de catálogos de libros
-La propia copia que permitía la difusión de los libros.
Uno de los momentos más importantes para la historia del libro, y con ello la transmisión de textos, fue el nuevo formato que empezó a dársele a partir del s.II d.C., se trata de la conversión del antiguo rollo de papiro en un volumen de hojas encuadernadas, en papiro o pergamino[2].
Las ventajas del códice sobre el rollo de papiro eran muchas. Resultaba más práctico, más fácil de manejar, se podía guardar en armarios y no en cajas, como ocurría con los rollos, se podían numerar las páginas con lo que la interpolación resultaba más difícil.
En un primer estadio, el códice estaba constituido por una serie de hojas de papiro unidas por los bordes. Poco a poco se sustituye por el pergamino. Los códices en papiro más antiguos que conocemos son del s. II d.C. y son obras escriturísticas. Parece que el cristianismo influyó no poco en la invención de la nueva técnica librera, y ello se explicaría por el interés que tenía la naciente Iglesia por evitar la falsificación. Otra cosa es que lo consiguiera.
La invención del códice influyó, asímismo, en la transmisión de la literatura, puesto que la práctica normal de que cada libro de una obra ocupara un rollo, se convirtió en la tendencia a reunir en un solo códice varios rollos. Con ello se ganaba espacio y se hacía más factible la lectura de una obra entera. Pero, al no caber en un solo códice una obra muy larga, obligó a dividirla en tomos, y con ello se facilitaba la posibilidad de la pérdida de una parte de una obra.
[1] Hubo en realidad dos bibliotecas, la oficial o mayor, y la del Serapeo. Hubo asímismo un Museo, que reunía en su seno a los sabios de la época. E.A. Parsons, The alexandrian Library, Amsterdam, 1952.
Molt interesant. Gracies per fer-nos saber.
ResponderEliminarÁlex