17 jul 2011

De Hera, la de brazos blancos.


Hoy, por petición de una persona muy especial, hablaremos de una de las diosas griegas más desconocida quizás. Y digo desconocida porque el mito le ha dejado un protagonismo secundario pese a tratarse de la figura de la reina del Olimpo.

Hera era hija de Cronos y Rea, nacida según algunos en la isla de Samos, y según otros en Argos. Estos dos lugares eran los principales centros de culto en Grecia. Hera fue criada en la Arcadia por Temeno, hijo de Pelasgo. Sus nodrizas fueron las estaciones y es por ello que se ha intentado asociar a ella el cuco primaveral en su cetro y la granada madura del otoño en su mano izquierda para simbolizar la muerte del año.

Después de desterrar a su padre Cronos, Zeus, el hermano gemelo de Hera, fue un día a visitarla a Cnosos en Creta. Allí la cortejó, sin ningún éxito al principio, pero luego ella se apiadó de él cuando Zeus, según su costumbre, adoptó la forma de un cuco cochambroso, que se posó en su pecho y la violó.  Y desde ese momento ella se vio obligada a casarse con él por vergüenza.

Todos los dioses presentaron sus regalos en la boda; muy especialmente Rea, quien regaló a Hera un árbol con manzanas de oro, que más tarde guardaron las Hespérides en el jardín de Hera, situado en el monte Atlas. 

Ella y Zeus pasaron su noche de bodas en Samos, noche que duró trescientos años. Hera se bañaba periódicamente en la fuente de Canatos, cerca de Argos, renovando de esta forma su virginidad.

De la unión de Hera y Zeus nacieron las deidades de Ares, Hebe, Eris, e Ilitía. Hera fue madre de Hefesto, pero se trata de un nacimiento enigmático.

Hera estaba cansada de que Zeus, su esposo, la engañase constantemente, y quería demostrarle que también sin él era posible traer un hijo al mundo. Zeus se acostaba con todas las mujeres, empezando por las humanas, pasando por las ninfas y terminando por las diosas. Era su tarea, su destino, su vocación: engendrar, fecundar, hacer surgir una nueva vida, mezclar las especies más diversas. 

Así que Hera quiso jugarle a Zeus una mala pasada demostrándole que en realidad no necesitaba de ninguna contrapartida masculina; y trajo a Hefesto al mundo de sí misma. Sin embargo, Hera estaba claramente descontenta con el resultado de su autorreproducción. Hefesto era un bebe realmente feo. Le echó una mirada, después lo cogió de la pierna y lo arrojó desde lo alto del Olimpo. El pobre Hefesto estuvo volando doce horas por el aire hasta que finalmente aterrizó.

Hay que recordar que Zeus y Hera discutían constantemente, Luciano de Samósata da fe de estos hechos en su obra. Enojada por sus infidelidades, ella le vejaba frecuentemente con sus maquinaciones. Aunque él le confiaba sus secretos, y en ocasiones aceptaba su consejo, nunca confiaba plenamente en Hera, y ella sabía que si le ofendía más allá de cierto límite, era capaz de azotarla e incluso descargar su rayo sobre ella.

Es sin duda una figura intrigante pues en ella se concilian dos posturas contradictorias. Hera preside sobre los correctos preparativos del matrimonio y es el arquetipo de la unión en el lecho nupcial, pero no destaca como madre, se ve claramente en el trato a Hefesto.

Pero pese a las distintas versiones que existen acerca de esta diosa, en todas ellas se deja ver un reflejo muy humano y no tan divino de la figura de esta diosa.

A Javier, con quien la inspiración de las musas no me abandona.

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