Cuando Paris decidió convertir a Helena en su esposa no esperaba que tendría que pagar el ultraje a la hospitalidad de Menelao. Poco después de los esponsales, Hera mandó a Iris volando a Creta con la noticia de la fuga, y Menelao se apresuró a volver a Micenas, donde pidió a su hermano Agamenón que reclutase un ejército y lo condujese contra Troya. Y éste accedió a hacerlo solamente si los mensajeros que se disponía a enviar a Troya para exigir la vuelta de Helena y la compensación por la afrenta inferida a Menelao volvían sin haber conseguido nada.
Cuando Príamo negó tener el menor conocimiento del asunto y preguntó qué satisfacción se les había dado a sus propios enviados por el rapto de Hesíone, Menelao envió heraldos a todos los príncipes que habían jurado a Tindáreo, años atrás, defender a Helena y a su esposo, y les recordó que la acción de Paris era una afrenta para toda Grecia. Si el delito no se castigaba de una manera ejemplar, en adelante nadie podría estar seguro de que su esposa no corría ningún peligro. Y junto a Néstor de Pilos recorrió todo el continente griego reuniendo a los caudillos de la expedición.
Agamenón, Palamedes y Menelao llegaron a Ítaca, el reino de Odiseo. Éste Odiseo se había casado con Penélope con la ayuda de Tindáreo y se había establecido en Ítaca. Ahora bien, a Odiseo le había advertido un oráculo que si acudía a Troya no volvería hasta pasados veinte años, y lo haría solo e indigente. En consecuencia, simuló estar loco y estos tres reyes lo encontraron llevando una gorra de fieltro en la cabeza con forma de medio huevo, arando con un asno y un buey uncidos juntos en la playa y echando sal a sus espaldas mientras avanzaba. Y en eso que se les ocurrió averiguar si realmente Odiseo estaba loco. Para ello le arrebataron de los brazos de Penélope a su hijo Telémaco, y lo colocaron justo en el camino que trazaba el arado. Así si Odiseo realmente estaba loco pasaría por encima del infante con el arado, y si no lo estaba, daría cuenta de su hijo y lo recogería. Y Odiseo se apresuró en frenar a los animales para que no mataran a su hijo único, con lo que puso de manifiesto su cordura y se vio obligado a unirse a la expedición.
Y con Odiseo enrolado en la expedición griega, se siguió reclutando a la armada griega a través de todo el continente hasta que se creyeron con fuerzas suficientes para conquistar Troya. Pero Calcante, el sacerdote de Apolo, un renegado troyano, había predicho que no se podría tomar Troya sin la ayuda del joven Aquiles, el séptimo hijo de Peleo. De éste contaba que su madre, Tetis, lo sumergió en el río de la laguna Estigia sujetándolo por el talón y lo había convertido en inmortal. Los encargados de buscar al héroe fueron Odiseo, Áyax y Néstor, quienes consiguieron convencerle para que se uniera a la flota griega. Aquiles tenía un compañero inseparable: su primo Patroclo, que era mayor que él, pero no tan fuerte, ni tan rápido; y quien también se unió a la empresa troyana.
Cuando la flota griega estaba ya congregada en Áulide, una playa en el estrecho de Eubea, los enviados cretenses llegaron para anunciar que el rey Idomeno, hijo de Deucalión, llevaría cien naves a Troya si Agamenón accedía a compartir con él el mando supremo, condición que fue aceptada.
De todos los consejeros que se agruparon en torno a la expedición, Agamenón como su principal caudillo, confiaba más en el rey Néstor de Pilos, cuya sabiduría no tenía rival y cuya elocuencia era más dulce que la miel. Néstor había gobernado sobre tres generaciones de hombres, y pese a su avanzada edad, seguía siendo un combatiente feroz y audaz. Odiseo confiaba en su buen juicio y ambos coincidían en sus consejos para la buena marcha de la guerra.
Antes de zarpar de Áulide, la flota griega recibió provisiones de cereal, vino y otros abastecimientos de Anio, rey de Delos. Éste rey había predicho que la expedición requeriría diez años para hacerse con la ciudad de Troya, y un día mientras Agamenón hacía sacrificios a Zeus y a Apolo, una serpiente azul con marcas de color sangre en el lomo salió de debajo del altar y fue directamente a un sicomoro que crecía en las cercanías. En la rama más alta había un nido de gorriones que contenía ocho crías y su madre. La serpiente los devoró a todos y luego, todavía enrollada en la rama, fue convertida en piedra por Zeus. Calcante explicó que este portento venía a reforzar la profecía de Anio.
Y así, ofendidos como estaban los griegos por la afrenta del rapto de Helena, pusieron rumbo a Troya y anclaron sus naves a la vista de la ciudad.
Se puede consultar más concretamente la composición de la armada griega en el canto II de la Ilíada, en el catálogo de las naves.
Mira que son geniales los métodos para encontrar el fraude!!entre estos y Salomón.......desde luego que atinan* siempre!
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