29 jul 2011

De un rapto que trajo una guerra


Sabio fue aquel, que al sátiro Marsias le dijo que no se inmiscuyera con los dioses, pues éstos son afables  y terribles a partes iguales. Las intervenciones de los dioses traen el mal a los mortales. Para ello, veamos qué sucedió tras el juicio de Paris.

Pocos días después de que las tres diosas se hubieran alejado del monte Ida, Paris se encontraba con Agelao y sus toros. En eso que llegaron unos sirvientes de la casa real troyana en busca de un buen toro del rebaño de Agelao. Iba a ser el premio en los Juegos Fúnebres que se celebraban anualmente en honor de su difunto hijo. Cuando los sirvientes eligieron el mejor toro, Paris sintió de pronto un deseo irresistible de asistir a los Juegos y corrió tras los criados. Agelao intentó retenerlo, pero sin éxito.

En Troya era costumbre que al terminar la sexta vuelta de la carrera de carros los que se habían presentado para intervenir en el pugilato comenzasen a luchar delante del trono. Paris decidió competir y, a pesar de las súplicas de Agelao, saltó a la arena y ganó la corona, por puro valor más que por destreza. También ganó la carrera pedestre, lo que exasperó a los hijos de Príamo que le desafiaron a correr otra; y así conquistó la tercera corona. Avergonzados como estaban tras haber sido vencidos por un esclavo, quisieron acabar con la vida del joven Paris, pero en ese instante intervino Agelao y anunció ante todos que Paris era en realidad el hijo perdido de Príamo años atrás.

En un primer momento, los asistentes a los Juegos no lo creyeron, pero su identidad fue confirmada más tarde gracias a un sonajero que guardaba Agelao de cuando el pequeño se le fue entregado. Se le llevó triunfalmente a palacio, donde Príamo celebró su regreso con un gran banquete y sacrificios a los dioses. Parecía que en la casa real troyana todo volvía a la normalidad. Y durante un tiempo la vida en la ciudad fue recobrando la normalidad. Pero en esos días se convocó otro consejo para tratar el rescate de Hesíone, hija de Laomedonte anterior rey de Troya. En el pasado, Heracles la había raptado tras hacer un trato infructífero con el rey de Troya, y ahora los troyanos pretendían recuperarla. Ya que las gestiones pacíficas habían fracasado, Paris, recién llegado a palacio, se ofreció voluntariamente para encabezar la expedición si Príamo le proporcionaba una flota grande y una buena tripulación. Éste añadió astutamente que si no conseguía llevar de vuelta a Hesíone, quizá podría llevar a una princesa griega de la misma categoría como rehén a cambio de ella. Por supuesto, su intención oculta era ir a Esparta para sacar de allí a Helena.

La flota se hizo a la mar, Afrodita envió un viento favorable y Paris llegó pronto a Esparta, donde Menelao le agasajó durante nueve días. En el banquete Paris entregó a Helena los regalos que le había llevado de Troya, y sus miradas desvergonzadas, hondos suspiros y atrevidas muecas causaron gran turbación en ella. Tomando la copa de Helena, ponía los labios en la parte del borde por donde ella había bebido para conseguir su sonrojo. Pero a Helena le aterraba que Menelao pudiera sospechar que alentaba la pasión de Paris, aunque siendo como era un hombre poco observador, se embarcó alegremente a Creta, dejando que Helena agasajara a los huéspedes y gobernara el reino durante su ausencia.

Y lo que parecía inevitable sucedió: Helena se fugó con Paris esa misma noche y se entregó a él amorosamente en el primer puerto de escala, que era la isla de Cránae. Ella había abandonado a su hija Hermíone, pero se llevó a su hijo Plistenes y la mayor parte de los tesoros de palacio.

Cuando navegaban hacia Troya, una gran tormenta enviada por Hera obligó a Paris a hacer escala en Chipre, y temiendo  que le persiguiera Menelao, se detuvo durante varios meses en Fenicia y Egipto.

Pero por fin llegaron a Troya y allí celebraron su boda Paris y Helena. Los troyanos la acogieron bien, embelesados por tan divina belleza. Y lo que es más, toda Troya, y no solamente Paris, se enamoró de ella, hasta el punto que Príamo juró que nunca la dejaría marchar.


4 comentarios:

  1. "Y así concluyo el bloque de esta una saga"

    ResponderEliminar
  2. No Javier, que ahora viene cuando a Menelao le da un ataque de cuernos y se lía parda.

    ResponderEliminar
  3. Exacto! Todo esto es sólo el motivo. Ahora es cuando estalla el conflicto!!

    ResponderEliminar