27 jul 2011

De Paris y Helena, y la manzana de la discordia.


Ya en el pasado de los griegos aconteció una desgracia para éstos de manos de una mujer, Pandora, regalo de los dioses. Pero ésta no fue la única. En la Grecia micénica, sobre el 1200 a.C., los griegos entablaron una disputa suscitada por otra mujer, Helena de Esparta. Una mujer con una belleza tal que fue capaz de hacer sucumbir a la ciudad de Troya.

Cuando Helena, la bella hija de Leda y Zeus, llegó a la edad núbil en el palacio de su padre adoptivo Tindáreo en Esparta, todos los príncipes de Grecia se presentaron con valiosos regalos como pretendientes, o en su lugar enviaron parientes para representarlos. Allí estaba Diomedes, recién llegado tras su victoria en Tebas, y con él Áyax, Teucro, Filoctetes, Idomeneo, Patroclo, Menesteo y otros muchos. También se presentó Odiseo, pero con las manos vacias, pues no tenía la menor probabilidad de éxito. Y Menelao, el más rico de los aqueos, estuvo representado por su hermano Agamenón.

Tindáreo quiso ser prudente y no despidió a ninguno de los pretendientes, pero por otra parte, tampoco aceptó ninguno de los regalos ofrecidos, pues temía que su parcialidad por cualquiera de los príncipes provocara peleas entre los demás. Y éste temor llegó a tal punto, que Tindáreo no supo qué hacer para no verse envuelto en un enfrentamiento abierto con todos los príncipes de Grecia. Pero un día, y a sabiendas de la gran astucia de Odiseo, Tindáreo decidió consultarle. Odiseo le respondió: "Si te digo cómo evitar una querella, ¿me ayudarás a casarme con Penélope, la hija de Icario?" Y Tindáreo aceptó encantado. Pues bien, éste fue el consejo que dio Odiseo al rey de Esparta: "Insiste en que todos los pretendientes de Helena juren defender al marido elegido por ella contra todo el que se sienta ofendido por su buena suerte." Tindáreo convino en que ésa era una decisión prudente. Después de sacrificar un caballo, hizo que cada uno de los pretendientes repitiese el juramento que Odiseo había formulado.

Y fue así como Helena se decidió por el aqueo Menelao, a quien coronó con guirnaldas, y quien llegó a ser rey de Esparta después de la muerte de Tindáreo. Pero su matrimonio estaba condenado al fracaso, pues años antes, mientras hacía sacrificios a los dioses, Tindáreo se había olvidado totalmente de Afrodita, quien se vengó jurando que haría a sus tres hijas: Clitemnestra, Timandra y Helena, célebres por sus adulterios.

Con los años, Menelao y Helena tuvieron una hija a la que le pusieron por nombre Hermíone, y a sus hijos varones Etiolao, Morrafio y Plístenes. Y éstos vivían en relativa armonía en Esparta. 

Antigua Esparta
En la orilla opuesta del Egeo, Hécabe la mujer de Príamo el rey de Troya, había soñado que daba a luz a un haz de leña del que salían retorciéndose innumerables serpientes de fuego. Se despertó gritando que la ciudad de Troya y los bosques del monte Ida estaban ardiendo. Príamo, muy preocupado, consultó inmediatamente a su hijo Ésaco, el adivino, que le anunció: "¡El niño que está a punto de nacer será la ruina de nuestro país! Te ruego que te deshagas de él."

Pocos días después Ésaco hizo otro anuncio: "La troyana de la casa real que hoy dé a luz un niño debe ser destruida, y también su descendencia." Así pues, Príamo mandó matar a su hermana Cila y a su hijo Munipo, nacido esa misma mañana de su unión secreta con Timete, y los enterró en el recinto sagrado de Tros. Pero Hécabe dio a luz a su hijo antes del anochecer, y Príamo perdonó a ambos la vida pensando que ya se había contentado al oráculo.

Y ciertamente se le perdonó la vida, pero se le abandonó fuera de palacio. Se entregó el niño a un pastor llamado Agelao.

La noble alcurnia de Paris quedó pronto en evidencia porque poseía una belleza y una fuerza fuera de lo común. Cuando era poco más que un niño detuvo a una cuadrilla de ladrones de ganado y recuperó a las vacas que habían robado, por lo que mereció el sobrenombre de Alejandro. Aunque en aquella época no era más que un esclavo, Paris fue el amante preferido de Enone, hija del río Eneo, una Ninfa de las fuentes. Rea le había enseñado el arte de la profecía y Apolo el de la medicina mientras trabajaba como pastor de Laomedonte. Paris y Enone solían cuidar sus rebaños y cazar juntos, y él grababa su nombre en la corteza de las hayas y los álamos. La vida transcurría feliz también en Frigia.

Pero había un fin oculto a punto de detonar detrás de todo esto. Y es que tanto Zeus como Temis habían proyectado un conflicto. Todo comenzó en la boda de Peleo y Tetis. Allí Éride arrojó una manzana de oro en la que estaban inscritas estas palabras "Para la más bella".

Zeus sabía lo que se le venía encima si se hacía responsable de esa elección él mismo, así que decidió encomendar dicha empresa a un mortal. Y Paris iba a ser ese mortal, pues Zeus lo había observado complacido tiempo atrás cuando Ares y él se habían enfrentado en una competición.

Estaba Paris un día cuidando su ganado en el monte Gárgaro, la cumbre más alta del Ida, cuando Hermes, acompañado por Hera, Atenea y Afrodita, le entregó la manzana de oro y el mensaje de Zeus.

"Paris, puesto que eres tan bello como sabio en los asuntos del corazón, Zeus te ordena que juzgues cuál de estas diosas es la más bella." Así habló Hermes, el mensajero de los dioses. Paris aceptó la manzana reticente, y convino en un primer momento partir en tres la manzana. Pero eso contradecía las órdenes de Zeus. Así que escuchó cómo las tres diosas ofrecían algo a cambio de la manzana. Y como el título en juego era el de la diosa más bella, las tres diosas se desnudaron para que Paris pudiera examinarlas bien.

Hera le prometió al joven que lo convertiría en el señor de toda Asia y el hombre más rico del mundo. Atenea, le ofreció su protección y así saldría victorioso de todas sus batallas, y lo convertiría en el hombre más bello y sabio del mundo. Y fue entonces cuando irrumpió Afrodita. La diosa del amor y la sensualidad le propuso, como las demás, lo que ella mejor sabía hacer y aquello que estaba a su alcance. Le ofreció al joven Paris la doncella más bella y apasionada, Helena de Esparta.

En aquel tiempo la belleza de Helena era algo conocido en el mundo entero y cuando Afrodita juró solemnemente que se la entregaría a cambio de la manzana, Paris, sin pensarlo dos veces, se la concedió.

Pero con esta sentencia incurrió en el odio encubierto de Hera y Atenea, quienes se alejaron tomadas del brazo a preparar la destrucción  de Troya.

1 comentario:

  1. Si yo sabía que Hermíone era un nombre griego!! Creo que lo leí en la Eneida!!pero no recordaba que estuviese vinculada a Helena, no...no jej
    El texto, como ya intuía, me ha encantado en todo su conjunto, pero insisto en que debe usted releerse antes de publicar!!;D
    XX

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